jueves, 28 de enero de 2010

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ALGO ESTA PASANDO

Algo me está pasando
si le creo a mis
sentidos no es solamente
querida otra distracción
sigo atado a mi vieja piel
las ideas puras y los anhelos desmedidos
a toda costa
una limpia y saludable polla
pero mis pies han comenzado
a decirme cosas
de sí mismos
sobre su nueva relación con
mis manos ojos corazón y pelo

Algo me está pasando
te preguntaría si pudiera
has sentido alguna vez algo parecido
pero tú estás tan lejos
esta noche que no creo
que escucharas además
mi voz se ha visto afectada también

Algo me está pasando
no te sorprendas si
caminando algún día de pronto en este brillante
sol mediterráneo tú me miras
de largo y descubres
una mujer en mi sitio
o peor
un extraño de cabello blanco
escribiendo un poema
alguien que no puede ya formar palabras
que está simplemente moviendo sus labios
tratando
de decirte algo





EL CONTACTO

Marquen al hombre con el que estoy.
El pronto va a perder
su mano izquierda, la nariz, las
bolas y su hermoso bigote.

La tragedia está por todos lados
Oh Jerusalem.

El levanta su taza de té.
Esperen.
Entramos al café.
El levanta su taza de té.
Nos sentamos juntos.
El levanta su taza de té.
Ahora.

Asiento.

¡Caras!

Sus ojos, cruzados,
caen lentamente de su cabeza.





SEMILLAS


PARA CHRISTI

Intercambio nerviosas miradas
con el hombre que le vende
semillas de sandía a mi hija.

La sombra de un pájaro pasa
sobre nuestras manos.

El vendedor levanta el látigo y
se apura tras de su viejo caballo
rumbo a Beersheba.

Me ofreciste las semillas que escogí.
Ya has olvidado al hombre
el caballo
las sandías mismas y
algo invisible fue la sombra
entre el vendedor y mí mismo.

Acepto tu don aquí
sobre el camino seco.
Alargo la mano para recibir
tu bendición.





EL HOMBRE DE AFUERA


Hubo siempre el adentro y
el afuera. Adentro, mi mujer,
mi hijo e hijas, ríos
de conversación, libros, suavidad
y cariño.

Pero entonces una noche afuera
de la ventana del cuarto alguien-
algo, respiraba, se arrastraba.
Desperté a mi mujer y aterrorizado
temblé en sus brazos hasta la mañana.

¡Ese espacio fuera de la ventana
de mi cuarto! Las pocas flores que crecen
ahí pisoteadas, las colillas
de Camel aplastadas.
No estoy imaginando cosas.

La noche siguiente y la siguiente
ocurrió, y desperté a mi mujer
y otra vez ella me consoló y
otra vez frotó mi pierna entumida
por el miedo y me tomó en sus brazos.

Pero entonces yo comencé a demandar más
y más de mi mujer. Con pena ella
revisababa el piso del cuarto de arriba a abajo,
yo la dirigía como a una carretilla cargada,
el conductor y su carrito.

Finalmente, esta noche, toco a mi mujer despacio
y ella se incorpora ansiosa
y preparada. Las luces prendidas, desnudos, nos sentamos
frente a la cómoda y miramos frenéticos
el cristal. Tras de nosotros dos labios,
el reflejo de un cigarrillo encendido.














Poemas de Raymond Carver
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